Cuando
empecé a revisar los protocolos notariales del AHMC, no tenía ni idea de donde
me metía.
Tropecé
primero con la escritura, madre mía que letras, era imposible leer lo que aquel
escribano había reflejado en aquel papel.
En segundo
lugar el latín, aquel idioma que estudié a los trece o catorce años, y que
ahora me parecía indescifrable.
Pero
después de haberme ojeado todos los protocolos del archivo, veo las cosas con
otro punto de vista.
Para los
objetivos de mi genealogía, tengo que admitir que el rendimiento fue
mínimo, busqué una aguja en un pajar, y reconozco que alguna encontré.
Por otra parte la adquisición de conocimientos personales ha sido positiva y
por ello no doy por perdido el tiempo que utilice para obtener esos mínimos
resultados.
Ahora, ya
casi descifro, lo que antes para mí, era indescifrable, y el latín se ha
recuperado en mi memoria. He dado un repaso histórico de primera mano del siglo
XVI y XVII, costumbres, profesiones, transacciones, clero, aristocracia etc.. Debo de reconocer, que
lo que más me llamó la atención, fueron las firmas de mis notarios, esos
dibujos fantásticos difíciles de imitar, que eran una manera sencilla de
reconocer de quién eran las escrituras, el llamado “signum meum”, el símbolo que
identificaba a un notario de otro. Me imagino que en una época con formas de
escritura lenta, la caligrafía sería fácil de imitar, y estos dibujos impedían
de cierta forma la falsificación.
Algunos
tienen como motivo del dibujo o agregadas a éste o simplemente colocadas a su
lado, las iniciales o algunas letras del nombre del notario. Casi nunca falta
en el signo del notario una cruz incorporada en líneas simétricas.
La gran
mayoría de los signos los dibujaba el notario entre las letras que componen las
palabras Signum - meum, y es interesante advertir la costumbre de integrar
éstos con pequeños puntos o círculos en el interior de los diseños,
intercalando, para su mejor diferenciación, una serie de líneas conectadas
formando una o varias cruces o pequeños rombos o cuadrados, la mayoría se
pueden considerar verdaderas obras de arte.
Cristóbal Armelles 1640 |
Aun cuando
son parecidos entre ellos, todos tienen detalles que los diferencian, más o
menos sobresalientes a simple vista, que los distinguen especialmente unos de
otros sin dejar lugar a dudas sobre su autor.
Normalmente
los he encontrado en la primera y última página del año, en la apertura y
cierre del libro de protocolos, junto con el nombre del notario y también en
algún documento adjunto de otro notario adosado a lo relacionado en algún protocolo.
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